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  • Cruzada contra los pisos vacíos: Azpeitia es el primer municipio en imponer un canon

    En Azpeitia (15.333 habitantes, Gipuzkoa) es imposible conseguir hoy un piso en alquiler. La oferta es cero. De ello dan fe los escaparates de las agencias inmobiliarias del municipio, que solo muestran unos pocos anuncios de viviendas en venta, y también el testimonio resignado de los jóvenes: “Estoy apuntado en las listas para que me avisen cuando salga algún piso en alquiler, pero no recibo ninguna llamada”, afirma Aitor, de 26 años, empleado en la hostelería y condenado a seguir viviendo en el domicilio de sus padres. Ante esta realidad, el ayuntamiento ha decidido intervenir de forma quirúrgica, sobre todo tras constatar que en el pueblo hay al menos 563 viviendas que están vacías desde hace más de dos años. “No podíamos permanecer más tiempo de brazos cruzados”, explica la alcaldesa, Nagore Alkorta. Ha enviado una carta certificada a cada uno de los propietarios en la que les comunica que se les va a cobrar un canon anual de 10 euros por metro cuadrado si mantienen su casa desocupada. El impacto ha sido inmediato: la oficina municipal de vivienda ya ha empezado a atender “consultas de personas que ahora estarían interesadas” en sacar su piso al mercado.Azpeitia es el primer municipio vasco que ha dado el paso de aplicar un gravamen fiscal a los pisos vacíos, y no hay constancia de que exista otro caso similar en toda España. La decisión adoptada por este consistorio, gobernado por EH Bildu, está amparada por la ley vasca de vivienda, de 2015, que instituyó el derecho subjetivo de todas las personas a una vivienda digna, y por el decreto del Gobierno vasco de 2021 que faculta a los ayuntamientos para imponer ese canon. No hay una motivación recaudatoria, aclara la regidora: “Queremos que la aplicación del canon sea residual. [El cobro] no es un fin en sí mismo, nuestro objetivo es que se movilicen esas viviendas desocupadas sin justificación. Cada una que consigamos habitar será una gran victoria”.En los seis años de vigencia del citado decreto, ningún ayuntamiento se había atrevido a castigar económicamente la tenencia de pisos vacíos. Azpeitia cuenta desde 2021 con un plan municipal de vivienda y hace dos años comenzó a preparar un programa específico para la “movilización de viviendas vacías”, aprobado el pasado 24 de enero. Alkorta hizo público ese mismo viernes que se iba a penalizar a sus propietarios. El lunes siguiente, con un fin de semana por medio, ya se notó el efecto: “Pasamos en solo tres días de no tener ningún piso en alquiler, a tener cuatro propuestas. Algunos dueños ya nos han comentado que se van a acoger al programa Bizigune [de gestión de viviendas vacías del Gobierno vasco] y otros decidirán alquilarlo o venderlo por su cuenta”. Puede darse un efecto contagio, porque el eco ha llegado a otros municipios: “La verdad es que varios ayuntamientos y plataformas ciudadanas han llamado interesándose por el procedimiento que vamos a seguir con el canon”, asegura la regidora.La problemática de la vivienda se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los españoles. En un contexto de oferta pública limitada, la compra se ha encarecido un 47% y el alquiler un 58%, según los últimos indicadores, mientras que los ingresos de los hogares crecieron menos. España se encuentra entre los países de Europa con menos alquiler social. La escasa oferta ha hecho que un tercio de los hogares españoles que viven de alquiler dedican más del 40% de sus ingresos a pagar la casa.En Euskadi hay en la actualidad 43.053 viviendas deshabitadas, de las que 25.450 están catalogadas como “gestionables” y podrían estar en el mercado, según datos ofrecidos por el Departamento vasco de Vivienda. Etxebide tiene registrados casi 100.000 demandantes de vivienda social (20.119 en compra y 79.247 en alquiler). De estos, 553 solicitantes están empadronados en Azpeitia, principalmente jóvenes menores de 36 años (un 26,7%) y personas con necesidades especiales (un 17,5%). El parque de pisos vacíos de esta localidad (563) sería suficiente para cubrir esa demanda. Nerea, de 27 años, es enfermera y está inscrita en Etxebide y también ha dado su nombre en las inmobiliarias de su pueblo: “Está muy complicado conseguir un piso. Lo triste es que hay muchas casas retenidas. Me parece bien lo que está haciendo el Ayuntamiento, espero que dé resultado”.La Estadística del Mercado del Alquiler (EMAL) del Gobierno vasco indica que hay 438 contratos de alquiler vigentes en Azpeitia. “Se están pagando rentas entre los 600 y los 750 euros mensuales”, señala Oier, de la inmobiliaria Egurtza. “Tenemos una lista larguísima de solicitantes de pisos de alquiler. Cada vez que queda uno libre, se ocupa enseguida”, añade. Los pisos que se anuncian en venta superan la mayoría los 200.000 euros de precio.Azpeitia ha desarrollado una herramienta, denominada Etxebizi, que le permite identificar los pisos que podrían estar deshabitados a partir de “datos de diferentes registros públicos y consumo de agua”. De las 6.826 viviendas que forman el parque residencial, 5.890 son principales. El resto (926) son propiedades vacías, secundarias o destinadas a otros usos, según consta en la memoria municipal sobre la vivienda. “Hace dos años decidimos ponernos a trabajar para tratar de dar una salida a este problema. Hay muchas familias que están esperando que se liberen esas casas para poner en marcha un proyecto de vida y para la emancipación de los jóvenes. La vivienda debe cumplir una función social, para nosotros es fundamental”, subraya Alkorta.Hasta ahora, el ayuntamiento imponía un recargo del 50% del IBI a las propiedades desocupadas sin causa justificada. Con el cobro de un canon se va un paso más allá. Por un piso de 90 metros cuadrados se pagarían 900 euros al año, hasta un máximo de 2.700 euros al cabo de tres años si permanece vacío. El impuesto no sería aplicable para los supuestos de viviendas de segunda residencia, las desocupadas por traslado de domicilio por motivos laborales, las cedidas a entidades sin ánimo de lucro, las que están en obras o no reúnen las condiciones mínimas de habitabilidad. La alcaldesa aclara que la oficina municipal de vivienda recibirá a todos los titulares que deseen “analizar conjuntamente las causas de la desocupación” y se les ofrecerán “soluciones efectivas” para habitarlas, como acogerse a “programas públicos de alquiler protegido” o, si lo prefieren, ponerlas en venta. El consistorio ha incluido en el presupuesto de 2025 una partida de 100.000 euros destinada a conceder ayudas de hasta 3.000 euros para acometer obras de reforma en estos pisos vacíos.La vía que ha abierto Azpeitia ha recibido la bendición del Gobierno vasco. El consejero del ramo, el socialista Denis Itxaso, animó en octubre pasado en el Parlamento a los municipios a aplicar un canon a los pisos vacíos. Este lunes acudirá a la localidad guipuzcoana para poner en valor la “valentía” de ser el primer municipio de España en combatir la desocupación de las viviendas particulares. Seguir leyendo

    Source: EL PAÍS Published: 2025-02-23
  • “En Vigo he hecho amigos en el trabajo, eso en Barcelona era impensable”: crónicas de los ‘millennials’ que decidieron dejar la gran ciudad

    La gente que un día se fue a Madrid o a Barcelona a trabajar, o a disfrutar, o a huir, está volviendo. Algo tiene la idea de volver que embruja la leyenda de nuestros mitos hasta contagiar, también, la realidad de un país. Un estudio impulsado por el Instituto Metrópoli previa solicitud del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB) revela que cada vez hay más población abandonando Barcelona para asentarse en áreas rurales, mientras que datos del INE indican que los dos grandes corredores de Toledo y Guadalajara, al límite con la Comunidad de Madrid, están absorbiendo flujos de la capital, al punto de que son las únicas zonas manchegas que no pierden habitantes en los últimos diez años, sino que los ganan. De forma complementaria, las capitales de provincia de las distintas comunidades del estado –esas otras ciudades de las que nunca hablamos; cabeza de ratón del imaginario urbano colectivo– empiezan a recibir cada vez más retornados. Ulises volvió y ahora también los millennials que han visto multiplicado el precio de la vivienda o se han encontrado un panorama laboral más flexible al teletrabajo después de la pandemia. Algunos, con gusto. Otros, con angustia. Y muchos con un batido mental aún indescifrable de sensaciones contradictorias.“Dejé Albacete con 20 años para irme a Madrid a estudiar arte dramático en el año 2005. Me fui con la idea de no volver nunca más”, cuenta Reyes López, 39 años. Lo cuenta desde Albacete. “Año tras año Madrid me fue desgastando, demasiados estímulos, demasiada gente, demasiado de todo. No soportaba el ruido, no soportaba los bares llenos de gente porque además llevo prótesis auditivas y a eso se sumaba que en aquel momento si querías dedicarte a algo artístico todas las actividades sociales se desarrollaban en bares abarrotados con música alta, todo requería una hiperestimulación excesiva y precisamente esa hiperestimulación me estaba creando un problema de ansiedad y agorafobia”.Primero se mudó a Toledo. Estuvo allí siete años, alternando teletrabajo con oficina. No le importaba levantarse a las cinco de la mañana para coger el AVE dirección Madrid porque al volver estaba “en la ciudad más bonita del mundo”, aclara, y además tenía una casa grande con chimenea junto al río en la que recibía a sus amigos de la capital, deseosos de escapar de sus estudios microscópicos en el centro. “Así aguanté siete años más hasta que tras una sucesión de pérdidas la vida me escupió al punto de partida”, explica. En La flor de mi secreto, Chus Lampreave le dice a Marisa Paredes una de las frases más memorables del cine de Almodóvar: “Cuando estés como vaca sin cencerro, vete al pueblo”. Reyes López se acuerda mucho de esa cita mientras pasea por la parra que sus abuelos tienen en el patio de su casa. “Si volví a Albacete fue porque me echaron a la vez del trabajo y de la casa que tenía alquilada en Toledo. Me fui porque no me quedaba más remedio. Me fui forzada por la situación. En ningún momento fue una decisión consciente. Sólo necesitaba pulsar el botón de pausa porque después de 17 años fuera estaba agotada y necesitaba recuperarme, reorganizarme, estar con mi familia a la que había visitado muy poco. Al final llevo ya casi tres años aquí, los procesos son largos… pero espero volver algún día”.Luna Sánchez tiene 40 años y desde hace un tiempo vive en su pueblo natal de Cáceres, Coria. Ella también se fue a Madrid a los 18 años para estudiar y también juró no volver nunca más. Pero Madrid quema. Ése es un verbo que varios entrevistados para este reportaje, entre ellos Reyes y Luna, repiten: “quemar”. Demasiado Madrid hace sentir a sus caídos como las víctimas de Célula, el villano de Dragon Ball que chupaba la energía de los humanos con un aguijón gigante. Tras ocho años, Luna se fue a Barcelona, ciudad con la que mantuvo “una fascinación idiota”, y en la que vivió, dice, “razonablemente mejor” hasta que la crisis de vivienda empezó arreciar. “Empecé a sufrir el tema de que te echen de tu casa por una subida del alquiler y que la vida se encarece de una forma insostenible con tu sueldo. Me salió una oportunidad caída del cielo para irme a Suiza y me fui”, cuenta. En Zúrich la vida era fácil en cuanto a tener un piso y un trabajo buenísimo, pero insoportable en lo que se refiere a la vida social y a sentir afecto. “Después de seis años, me fui; no podía más”. Y regresó a Coria. De nuevo, el pueblo como eje vertebrador y la voz de Chus Lampreave resonando en el horizonte.“Empecé a sufrir el tema de que te echen de tu casa por una subida del alquiler y que la vida se encarece de una forma insostenible con tu sueldo”Luna se ha encontrado una Coria con más parques y más zonas habilitadas para niños, pero menos transportes. “Antiguamente había un autobús que te dejaba en cuatro horas en Madrid, pero desde la pandemia todo eso se quitó y no ha vuelto a ponerse. Es imposible salir de este pueblo”, dice. Otras cosas no cambian. Aunque Luna llegó a Coria con ánimo de cargar las pilas emocionales, pronto empezó a notar un ambiente moral saturado. Más allá del urbanismo y los servicios, hay otro pilar importante en los regresos: la gente. “Enseguida volvió a salir la Coria de mi adolescencia, que era el absoluto terror. Volvió a salir esa sensación de estar siempre aterrorizada por todo. Me costó muchísimos meses, pero me di cuenta que no podía ser que, con 40 años, yo estuviese caminando por la calle a las 6 de la tarde aterrorizada. Sentía terror a sufrir daño físico”. Luna asegura que ha trabajado esa sensación emocional de hostilidad y ahora puede apreciar las cosas buenas y las malas del pueblo de forma “un poco más justa”.De las amistades del instituto, a Luna no le queda ni una. Cuando se fue a Madrid, empezó a distanciarse de todos y ahora que ella ha vuelto tampoco queda prácticamente nadie. “Aquí en mi pueblo sólo hay jubilados, niños y adolescentes, porque toda la gente de mediana edad, como yo, está fuera y viene de visita, o están trabajando o encerrados en sus casas criando a sus hijos. Las pocas personas que quedan tampoco me caen demasiado bien y nuestros encuentros se reducen a rememorar una época que yo odio, así que qué sentido tiene”. Pese a todo, mantiene que ha conseguido hacer las paces con Coria. “Aquí también tengo mucha familia que sí aprecio. Aunque mi familia elegida está en Barcelona y es donde me gustaría volver, en Coria tengo lazos irrenunciables”. ¿Lo que más echa de menos? “La oferta cultural. Ir a conciertos, a museos… Aquí sólo hay un cine, está en horas bajas y no programan ni en versión original ni las películas que me gustaría ver”.También Reyes López echa en falta la espuma cultural de Madrid y recela de la inquietud social de Albacete. “He pasado tantos años fuera que me siento forastera en mi propia tierra. Mis paisanos me preguntan de dónde soy porque hablo con tres acentos a la vez. Es muy difícil si te sales del molde conocer gente aquí, todos se conocen desde la guardería, los grupos son muy cerrados, la gente de mi generación está a otras cosas que a mí no me interesan, como maridos, hijos o hipotecas, y el ocio gira principalmente en torno a la hostelería y el consumo de alcohol”, lamenta. El sentido arácnido de la ansiedad albaceteña se le eriza especialmente ante elecciones de armario algo más creativas de lo habitual. “Si te pones un atuendo llamativo que en la capital pasaría desapercibido y aquí sientes un señalamiento, un codazo por debajo, es decir, una mofa. Terminas uniformándote y siendo tan mediocre como los demás para evitar eso. En Madrid eres invisible y eso te hace libre”.Reyes y Luna se han quedado en sus ciudades. Laura López, que dejó Castellón por Barcelona ante la falta de oportunidades para estudiar la carrera que le gustaba, y luego recaló en Berlín, acabó volviendo en un momento dado, pero fue capaz de salir. ¿El clímax de su regreso fallido? Una mala cita. “Quedé con un chico para tomar algo y a la salida del bar decidió que sería fascinante ponerme la zancadilla y apartarse a ver qué pasaba. La caída fue tal que me rompí la rótula y a los pocos días estaba en casa de vuelta. Nunca más volví”. Ahora vive en Madrid y jura que no regresará, salvo circunstancias muy específicas. Pese a todo, guarda buen recuerdo de algunos espejismos de su infancia en Castellón, hoy imposibles de materializar. “Poder ir al cine en versión original fue un regalo increíble que me ha marcado mucho, además tenían una programación que, como entendí mucho después, era bastante buena. Si la película no te gustaba podías decírselo al dueño y te dejaba cambiar de sala, todo muy de andar por casa. Ahora ese cine es un Burger King”.“¡Ahora hay hasta guiris! De repente te encuentras a gente preguntándote cosas en inglés por la calle. Eso antes no pasaba. Estoy muy cómoda”No todos los regresos son películas de terror o reencarnaciones de una novela de Sara Mesa. Inés González nació y se crio en Arriondas, un pueblo a 50 minutos de Gijón, ha vivido en el Sáhara, en Barcelona, Buenos Aires, Oporto y Madrid, alternando su formación en Bellas Artes con su vocación como cooperativista en oenegés. En la capital pasó tres años, ligada laboralmente al Ministerio de Educación. La crisis de la vivienda y una circunstancia familiar –en Gijón se había quedado vacío un piso de su familia– la convencieron de volver a Asturias. “Me instalé ahí, primero trabajando en temas de cine y educación como freelance y luego como responsable de comunicación de la Coordinadora Asturiana de ONGD”.Después de años mudándose cada poco de ciudad e incluso país, agradece haberse asentado, reconociendo “el privilegio” que ofrecen las oportunidades familiares en lo que respecta a techo. Ahora se ha encontrado una Asturias distinta, castigada por el aumento del turismo abusivo. “Haber puesto el AVE después de la pandemia se ha notado mucho a efectos turísticos. La vivienda está más baja que en muchos otros lugares, la gente ha empezado a teletrabajar y ha habido mucho movimiento en ese aspecto”, detalla. Salvando fallas estructurales del norte, como la ausencia de buenas comunicaciones, Inés está contenta con su regreso. “Gijón es una ciudad que tiene un tamaño bastante guay, está cerca del mar, algo muy importante para mí, y la verdad es que no echo en falta nada”, reivindica. Un bienestar que se redondea tras vencer el gran fantasma de su generación: ese dragón de tres cabezas que responde al temible nombre de No Vas A Tener Trabajo De Lo Tuyo. “Al principio, me daba miedo no encontrar nada que se adaptara a mi formación; para mi sorpresa, fue todo lo contrario, un perfil diverso como el mío encajó bien en el mercado laboral. Si curras bien, el boca a boca de la gente hace que te ubiques”.Las circunstancias familiares propiciaron también que Olaia, administrativa judicial de 47 años, regresase a Vigo tras casi 30 en Barcelona. Su madre se puso enferma en plena pandemia y la gestión para volar de manera frecuente a su ciudad natal empezó a volverse afanosa, así que se estableció allí, primero de manera temporal y luego definitiva. “Me vinculé otra vez a la ciudad y pedí el traslado en el trabajo. Siempre me gustó Vigo, y he mantenido lazos, pero nunca me había planteado vivir en serio hasta ahora”, cuenta. También ha encontrado nuevos afectos. “Aquí es más fácil hacer amigos. De hecho, tengo una pandilla nueva. En Vigo he hecho amigos hasta en el trabajo, cosa que en Barcelona era impensable”. Se ha encontrado una ciudad reverdecida y distinta a la que recordaba. “¡Ahora hay hasta guiris! De repente te encuentras a gente preguntándote cosas en inglés por la calle. Eso antes no pasaba. Estoy muy cómoda”.Olaia, como otros muchos, se ha establecido en su comunidad de origen escapando de alquileres abusivos y acogiéndose a patrimonio familiar, algo lógico teniendo en cuenta que el porcentaje de vivienda en propiedad rebasa el 75% en nuestro país. En ese trance es natural establecer un diálogo nuevo con las raíces. ¿Lo único malo de volver a Vigo? “Las cuestas. Y las distancias. Me he tenido que sacar el carné de conducir”, responde Olaia. Es el mismo reproche que hace Sara Prieto, responsable de gestión de proyectos de una empresa moda de 37 años que ha regresado a Galicia con su novio. “No fue tan fácil tomar la decisión, porque mi pareja es de Francia y él había venido a España buscando el buen tiempo, el ambiente urbano y mudarse aquí no entraba en sus planes”. Pero el balance es positivo porque, pese haberse visto obligada a sacarse el carné tardíamente, “he encontrado el sitio en el que quiero vivir y donde el balance entre la vida personal y laboral es mejor”. 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    Source: EL PAÍS Published: 2025-02-23
  • La movilidad sostenible se atasca en infraestructuras anticuadas

    Madrid Mobility 360 (MM360) es la plataforma digital de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid para la gestión multimodal de los servicios de transporte y movilidad de la ciudad, estén operados por la EMT o no. Lleva varios años en el mercado, pero desde noviembre de 2024 ofrece un servicio integral que favorece el transporte público frente al vehículo privado, desgrana Carlos Acha, director de Tecnología de EMT. No es solo una app, aclara, sino todo un ecosistema. Calcula rutas, como Google Maps, teniendo en cuenta autobuses, metro, tren, bicicletas, taxi o coche compartido; permite adquirir el billete sencillo de autobús y el billete transbus para hacer transbordo, utilizar BiciMad (para los usuario del sistema) y pagar en los aparcamientos de EMT. Cuenta con unas 135.000 descargas, y es un ejemplo de plataforma MaaS (siglas en inglés para movilidad como servicio), una solución tecnológica de la que se habla mucho y comienza a verse un poco en España.“Su implantación depende de múltiples factores que van más allá del desarrollo tecnológico, como la colaboración entre distintos actores públicos y privados o los recursos económicos que se destinen a ello”, puntualiza José Carlos Anarte, director de Operaciones Transit en el negocio de Mobility de Indra. Además, “es necesario establecer estándares comunes que permitan la interoperabilidad entre las distintas plataformas y servicios de movilidad”, declara Antonio J. Ortín López, director general del Grupo Etra. Anarte defiende que han de ser las administraciones públicas de las áreas metropolitanas y ayuntamientos las que lideren esta transformación, para que el objetivo sea la búsqueda del mejor modelo de movilidad para la sociedad. “En caso de que alguna iniciativa privada consiguiera que su aplicación fuera la utilizada masivamente por los ciudadanos, será mucho más complicado cambiar ese comportamiento, y la Administración pública perderá la capacidad de orquestar la movilidad sostenible de sus ciudades”, advierte.Indra ha desarrollado T-Mobilitat en Cataluña, una plataforma de ticketing (emisión de billetes) multimodal que integra a 73 operadores de transporte; y se encuentra en fase de implantación de la primera plataforma MaaS para Valencia, Valladolid, Vitoria-Gasteiz, Gijón, Logroño y Fuenlabrada. Grupo Etra está desplegando su Account-Based Ticketing (ABT) —que permite que el derecho de viaje esté asociado a una cuenta personal en la nube, de manera que los pasajeros pueden utilizar distintos métodos de identificación, como su móvil, tarjeta bancaria sin contacto o código QR— en media docena de ciudades españolas. En diciembre de 2022, Renfe lanzó su app dōcō en las tiendas de aplicaciones de Google y Apple, con el objetivo de abrir el abanico de opciones de transporte —tren, taxi, VTC, moto, coche— para viajar de un punto a otro; no ha sido posible recabar información sobre el funcionamiento de este RaaS (Renfe as a Service) después de algo más de dos años en marcha.Perspectivas¿Podría ser 2025 el año del despegue en España? “La tendencia es buena; es plausible que en los próximos años veamos una consolidación notable de las plataformas MaaS”, responde, cauto, Ortín López. Señales hay, aunque también se adivinan tensiones y cabos sueltos en la tramoya de ese sentencioso “La movilidad como servicio es el futuro”, que todo el mundo repite como un mantra. “Estas soluciones necesitan mucha inversión, y que los operadores que las instalen tengan una buena infraestructura física, una tecnología adecuada, y den un buen servicio”, apunta Guillermo Campoamor, fundador y CEO de Meep. Si no existe esa base sólida en el mundo real, la capa digital no hará milagros, viene a decir.Meep es una app que conecta los distintos transportes y los centraliza en un solo canal. Suena a MaaS puro. Tanto, que cuando se lanzó en 2018 fue saludada como el Netflix de la movilidad. En aquel momento, el concepto se encontraba en todo su apogeo. Hacía tres años que la start-up finlandesa Maas Global había creado la app Whim, con la que Helsinki se convertía en el referente mundial MaaS. Pero Maas Global quebró en 2024, y otras iniciativas que, a juicio de Campoamor, han pecado de ambiciosas o poco realistas tampoco han funcionado. “Hay que pararse e ir más poco a poco, ciudad por ciudad”, recomienda. La propia Meep ha rebajado sus expectativas y ahora mismo aplica su solución a empresas y ciudades que demandan digitalizarse y conectar servicios. Lo más cercano al 100% MaaS que ha probado en España ha sido Zum (Zaragoza Urban Mobility), un piloto desarrollado en 2021 junto a Avanza y el Ayuntamiento. Actualmente lo está implementando para el área metropolitana de la capital aragonesa, ya abierto al público.El fundador y CEO de Meep teme un choque entre la tecnología del vehículo conectado, en manos privadas, de rápido desarrollo, y las infraestructuras públicas, que van más lentas, y en las que habrá de circular. Acha se muestra más optimista, arguyendo que, al menos en su caso, las capacidades analíticas de MM360 son la base, también, para el desarrollo de una movilidad conectada. “Retos como semáforos prioritarios en carriles dedicados, la reserva de parkings, la gestión en tiempo real de hubs de movilidad y plazas para Distribución Urbana de Mercancías (DUM) son ya una realidad”, enfatiza. Seguir leyendo

    Source: EL PAÍS Published: 2025-02-23